El café, una bebida icónica cargada de valor personal y social, ha sido históricamente un catalizador de conversaciones y soluciones pacíficas en todo el mundo. Desde parejas en conflicto hasta negociaciones entre naciones, el simple acto de decir “Vamos a tomarnos un cafecito” ha transformado la perspectiva de muchos enfrentamientos, resaltando el poder del café para unir y resolver.
Además de ser una de las bebidas más consumidas a nivel mundial, con un consumo global de 170,5 millones de sacos en el periodo 2012/22, el café es un símbolo de conexión. Representa el inicio del día para millones de personas y actúa como una puerta a conversaciones importantes, tanto en el ámbito personal como en el social. En este sentido, la frase “tomarse un cafecito” ha evitado muchos divorcios y resuelto innumerables problemas, ya que convoca al diálogo y al entendimiento.
El impacto social del café no es nuevo. En Europa, las cafeterías fueron epicentros de movimientos revolucionarios durante siglos, siendo espacios donde intelectuales y ciudadanos discutían ideas que, en muchos casos, transformaron el panorama político y social. En estos lugares, se gestaron ideologías como el marxismo, entre otras, impulsando cambios sociales y luchas por los derechos humanos.
La tradición del colador de tela y su papel en República Dominicana
En cuanto a la preparación del café, el colador de tela tuvo un papel protagónico en Europa y América Latina hasta bien entrado el siglo XX. Este método, que se originó en Constantinopla, se difundió por el norte de Europa y llegó a América Latina, incluida República Dominicana. En muchos hogares dominicanos, el café se preparaba tradicionalmente en coladores de tela, hasta que la cafetera moka o "greca" comenzó a sustituir esta práctica en 1931.
Aunque hoy en día el café industrializado es la opción más común, que ahorra tiempo en su preparación, algunas iniciativas locales buscan recuperar la tradición de preparar café con coladores de tela, destacando la riqueza y sabor que esta técnica ofrece. Un ejemplo de esto es el proyecto ColamoCafe, liderado por el emprendedor dominicano Amaury Moreno, quien ha trabajado para reintroducir el valor de este método tradicional en la cultura del café.
El café en la historia dominicana
El cultivo de café en República Dominicana comenzó en 1735, en la región sur del país, y desde entonces ha sido un pilar de la agricultura nacional. Tradicionalmente, el café se tostaba y molía en un pilón, y luego se cocía para ser filtrado en los coladores de tela. Con la llegada de la cafetera moka, muchas familias dominicanas comenzaron a adoptar este nuevo método, aunque algunos nostálgicos del café siguen abogando por la experiencia y la riqueza de sabor que se logra con los métodos tradicionales.
El proyecto ColamoCafe es un recordatorio de la importancia de preservar las tradiciones, mientras seguimos disfrutando del café como una bebida que no solo despierta el cuerpo, sino que también abre las puertas al entendimiento y la paz.